largas palabras de largar

Cuando se fue llenó en su equipaje todas las palabras que pudo...separó con una escobilla las que estaban mezcladas con el polvo debajo de la cama, las palabras de las historias del abuelo, las que estaban desperdigadas por la cocina entre las cenizas y los arroces. Buscó en los dormitorios, en la sala de estar, en el escritorio, en los cajones viejos, en los armarios olvidados, en los espejos rotos, las que se habían quedado pegadas en las ventanas. Se las llevó todas. Debajo de su sombrero, en la maleta, en los guantes, en la agarradera del paraguas, en los cordones de sus zapatos.

Al caminar le rebasaban de los bosillos de los pantalones, de la camisa y el chaleco. Las que fueron cayendo, las escurridizas, esas que se suelen olvidar en el momento preciso, esas que se quedan en la punta de la lengua...esas dibujaron su camino de despedida con puntos y deseos, con comas y suspiros.

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verdad

Qué importa nada
cuando todo es silencio

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bailarina

La danza del olvido se baila con los pies cuarteados
Con tacones invisibles
y los cabellos re/cor/ta/dos con tijeras envenenadas
Se baila a solas perdida en la locura
y en la sin-razón de los de- se-os
Con los ojos cerrados
y el corazón sangrante en las manos torcidas
Se baila sin paréntesis ni pausas
Se baila mientras se puede

Antes del anocher que vomita recuerdos
en su oscuridad maldita
llena de suspiros
y resentimientos
Se baila (dentro) de los zapatos
que se niegan a partir a un n-u-e-v-o viaje

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La diosa rota

Volaron las palabras enloquecidas / y yo me quedo muda / con las alas colgadas en el ropero...

Tú...vacío...siniestro / asesino de sueños /ahora no eres más que una fotografía ajada y rota /nebuloso en el recuerdo...

Quizá nunca tuviste voz / quizá fui yo la que en mi infinita imaginación / con mi don de creadora del universo / te arranqué de mi costilla / moldeé con barro tu pubis / te dibujé una sonrisa / y te ordené amarme sólo a mí /de adorarme al borde de la locura y la insensatez / como la única diosa del universo / sin saber que llegaría el momento fatal / en que comieras del fruto prohibido / y me negaras infinitas veces...

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penitentes

Cuando enloquezca me refugiaré en aquella casa de puertas rotas y ventanas ausentes. No pronunciaré más nombres para no sentir más ausencias. Dejaré los zapatos lejos del camino de llegada para que no vengan a buscarme y me arrastren con sus ganas desmedidas de cruzar montañas, de subir y bajar arco iris.

Me refugiaré en el silencio de una casa vieja y lúgubre, me convertiré en fantasma, en sombra, en miedo. En fantasma que te ronde cada noche, en sombra que no desaparecerá de tu lado, en miedo, en miedo asesino que te tornará en locura y te convertirá en fantasma.

Y habitaremos juntos esa casa de puertas rotas y ventanas vacías. Seremos penitentes condenados a nuestras presencias fantasmales por los siglos de los siglos y los siglos...

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naufragio

Me encuentro flotando en medio del océano
sostenida en una balsa rústica y astillada
Me llegan mensajes indescriptibles en viejas botellas
Estoy aprendiendo el idioma de los peces

Por las noches
cuando cierro los ojos
y la niebla me hace imperceptible en el ancho mar
oigo el llanto de sirenas prisioneras
enredadas entre algas rencorosas

Cuando llegue a tierra
seré una náufraga de largas barbas blancas
sin más lenguaje que el de los peces
sin más recuerdo que el llanto de las sirenas
sin más color que el que imprime el sol en mis pieles
sin más historias que los rugidos embravecidos de las olas
que planearon mi secuestro

Todo habrá valido la pena…
El rugido y el silencio
El rapto y la niebla
El sol y las algas
El mar creciendo por las lágrimas de las sirenas

Todo habrá valido la pena
si al final del naufragio
en aquella orilla
termino tocando tu mano
y continuamos juntos el camino
a esa isla desconocida

Con barbas blancas y pieles doradas

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lejanas

Esa manía de abandonarme a oscuras /de dejarme vacía sin poder articular/complicidades ni sueños.

Cuando no están las palabras/sólo queda el dolor en la espalda/ y la migraña nauseabunda/reinan el silencio/el abismo/y la muerte.

Cuando desparecen tercas e impertinentes/ ocultas en la caja de música/en la más pequeña de las matrushkas/cuando a pesar de la necesidad /imperiosa de sus socorros/ellas se encaprichan y se quedan dormidas/bajo almohadas ajenas/ y lápices lejanos/a mi sólo me quedan /los dedos soñolientos/la imagen difusa/el recuerdo rancio/las lágrimas secas/la promesa partida/el camino sin regreso/el sombrero olvidado/los gatos perdidos/los libros ajados.

Sin palabras no puedo decir nada/solo me quedo suspendida en el vacío/en medio de la locura/esperando sus regresos/para contarme historias /que me entretengan /fuera de este mundo asesino.

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ablución

La mujer se sentó a morir
Extendió su mirada a lo largo del mar
dejó que las gotas que traía el viento
hicieran el lavatorio final...
cubrió su nuca con los velos
suspiró profundo
el alma se le salió por los poros
los ojos
la nariz
y los oídos...

Y en cada pedacito de alma se le iban los sustos
(los que la Retama y el agua florida no pudieron exorcizar)
el odio que le tenia al viejo Raúl
el que la miraba con sucio deseo
el daño que le hizo la bruja Carmela
el miedo
y los locos...

Después se levantó
bebió las gotas saladas que se le habían impregnado en los labios...
/fin del ritual/
se sacudió la tierra seca
y se fue.

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todo pasó en una taza de café

Después de desayunar la muñeca sin cabeza
reposó en la taza de café
el azúcar no disuelto se pego en sus cabellos
quiso llorar pero se desanimo
pensó que seria mejor no pensar y
se entretuvo con el olor de la canela que venia desde fuera
entonces recordó que no debía recordar y se levantó
se sacudió el azúcar de los cabellos
sorbió la última gota de café que le había quedado
en el ombligo
recogió la mesa y recomenzó el día
con un sorbo de café en una taza de recuerdo...

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memorias de una pequeña mujer sentada en su butaca

Ahí estaba sentadita en su butaca, pequeñita...
Tenía las mejillas rosaditas y engreídas
Ahí estaba, sentadita en su butaca
Sintiendo el tiempo muerto entre sus dedos
Admirando el reloj dormido
Suspirando por no saber quien era
Ahí estaba sentadita en su butaca
Viendo pasar los lirios presurosos por alcanzar la primavera.

Ahí estaba sentadita en su butaca, pequeñita y sonrojada cuando de repente paso el conejo alborotado, despeinado, desesperado... y entonces... su tranquilidad y su butaca se alteraron… ¡la reina me va a cortar la cabeza!

Y la pequeña mujercita desdoblando sus piernitas corrió embestida por una insaciable curiosidad….

Luego fue gigante
Luego fue enana
Luego fue monstruo
Luego fue zapato
Luego volvió a despertar
¡Que estruendo!
¡Que delirio!
¡Que sopor!

Y ahora ahí esta la mujercita sentadita en su butaca
Pequeñita y sonrojada
De espaldas al reloj
Sin memoria
Con la única canción
Que dejo el conejo en su desesperada desaparición...

¡Muerte o locura!

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Michelle y los unicornios

Michelle dibuja unicornios en azul sobre cuadriculas imperfectas. Cuenta que debajo de la plaza de María Pita hay túneles secretos y dice que es guarda-espaldas del rey .

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el lobo y la luna


El lobo cree que la luna es de queso y quiere comérsela. Por eso en las noches en que hay luna llena levanta el hocico alto muy alto queriendo alcanzar el cielo. Pero como pasan las horas y por más que estira el pescuezo no logra llegar allá arriba, aúlla y se lamenta sin dejar de mirar a la luna queriendo comérsela de un solo bocado.

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la niña y la mosca


"Concédeme un deseo", le dijo la niña a la mosca embriagadora. La mosca siguió su vuelo sin sentido al rededor de su cabeza, con aquel ruido espeluznante que hace al llegar a los oídos y se marchó indiferente, con su ruido, sus alas transparentes y su cuerpo asquerosamente gordo y pesado. Ella olvidó a la mosca, hasta que una nueva, en un día nuevo, entró por la ventana y le pidió un deseo.

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funeral en el jardín

Vuelvo a aquella casa donde aprendí a hablar con los árboles y a atravesar los espejos. La acaricio dulcemente y en su vacío siento el dolor del pasado perdido. Le pregunto por nuestros secretos, ruedo mis dedos por sus paredes, le quito el polvo a sus ventanas y camino con los ojos cerrados. Desde el baúl me saludan los muñecos dormidos y el ropero me muestra los trajes en miniatura que ya no caben en mis largas piernas.

Llego en el momento preciso, en el jardín la bruja ha muerto derretida por la lluvia. Asisto a su funeral en puntillas mientras el duende, su hijo adoptivo, come melocotones y se pinta la cara con carbón. No llevo flores ni canciones, pero en mi mente danzan vivos los recuerdos de las noches de tormenta fría en las que me asustaba. Recuerdo las madrugadas en las que la veia correr alborotada por el jardín enseñando a berrar a los duendes. Recuerdo cuando se peleaba con los gatos y les lanzaba cuervos desplumados. Recuerdo cuando enviaba a su hijo el duende a dormirse debajo de mi cama. Recuerdo su silueta reflejando en la ventana. Recuerdo el rechinar de sus zuecos de madera. Recuerdo sus lágrimas solitarias cuando crecimos y la casa se quedó sin niños a quienes asustar.

Asisto al funeral de la bruja en el jardín, de puntillas. Junto a su hijo devoro melocotones y me pinto la cara con carbón. Asomo a mirar su rostro arrugado y para provocarle una sonrisa de placer en su día de partida, finjo que me asusta su vetusto rostro y su vestido raído. Finjo recordar el miedo de las noches solitarias.

Ha muerto la bruja derretida por la lluvia, ha muerto con los ojos abiertos como pretendiendo llevarse vivos en su memoria la casa, a su hijo el duende y mi miedo.

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burros y unicornios


Acarició el lomo del pequeño animal. Hundió suavemente la yema del índice en el cuerno puntiagudo y cuando la mujer despeinada le preguntó: ¿Qué hace tu burro? Ella, joven noble sin malicia, se quedó paralizada. El mundo se cubrió con su silencio, confuso e incómodo. Luego, mientras se llevaba el dedo con una gota de sangre a los labios, se oyó una débil voz redentora que venía del pequeño animal: "Los burros han dejado olvidados los cuernos debajo de sus camas y lucen sus orejas libres al viento, te divierten. Nosotros sólo podemos salvarte de la muerte, pequeña ingenua". Después calló y no se volvió a oir más al unicornio.

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la muerte de la mariposa


Había que ver como al final del día la mariposa se alistaba para morir. Tomaba con gran placer las últimas bocanadas de aire. Sus ojos se dirigían al cielo recordando sus vuelos infinitos. Extendía sus alas con una paciencia y una quietud digna de un baile de Geisha. Plantaba sus finos piececillos sobre la tierra y pensando en el amanecer se dejaba caer sobre el agua. Solitaria, cansada de su inútil belleza, de su vuelo fatigante. Cansada de ser abandonada en el momento de su plenitud, de su vuelo perfecto, ante la ausencia de abrazos o miradas complacidas. Moría cada día en el río para renacer en todo su esplendor a la mañana siguiente y soportar la vida nuevamente hasta la llegada de su nueva muerte, al finalizar el día.

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Ella está aprendiendo a escribir, despacio, lento traza su nombre. Su rostro de gran dulzura revela su entusiasmo, sus cabellos blanquisimos brillan. En su cuaderno cuadriculado de hojas amarillas sus vocales alcanzan la altura de esos pequeños cajoncitos. Su mano acostumbrada a otras labores durante años se entrega cumplidora al lápiz y a los giros de las letras. Tiene la edad a la que posiblemente no llegaré.


Lleva los pies llenos de polvo, el cuaderno en una bolsa de plástico y las ilusiones que el tiempo no pudo matar tendidas de alfombra entre sus letras, sus lápices y sus pasos lentos.

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Recuerdo la tarde en que me tomaste por primera vez de la mano y sentí el sudor que rebasó entre mis dedos. Entonces supe que jamás me libraría de tu danza interminable, de tus pies resintiéndose a la muerte, de tus dedos flacos. Ni de tu sombrero cómplice negándose a los caprichos del viento.

¡Pobre niña huérfana! dicen las mujeres de los vestidos negros en la plaza, cuando me ven llegar atada a tu mano y a tu comparsa invisible.

He aprendido a enredarme en tus polleras y a oír contigo la música que nadie quiere oír. Aquella música que resuma por los poros de tu piel, la que recorre tus venas, la que no te abandona.

He aprendido a sentir bajo la planta de mis pies el cosquilleo del movimiento, tratando de llegar junto a ti al momento preciso del repique de los tambores y llevar el pulso de tu zapateo.

Entonces te pierdo y desapareces en la plaza vacía como un cometa abandonado en el cielo. Ya no puedo seguir tus pasos y sólo oigo risas y palabras lastimeras, las que me transportan al día, en que dicen comenzó tu trance infinito, tu danza maldita.

Mirando brincar tus pies cuarteados pienso en el día que sucesora de tu delirio vista polleras coloridas y sombrero raído. El día que embriagada con tu danza, heredera de tu soledad y el cuarto vacío, dance también para espantar la muerte y el miedo, la soledad, el abandono y la injusticia del olvido.

Si finalmente me acurrucaste en tu lecho para continuar con la labor de tu designio, no debo soltar tu mano y continuar con el pulso de tu danza.

Vamos a casa abuela que hay que hervir la leche y amasar los panes, ya las mujeres de vestidos negros guardan sus bultos y sus palabras. Se van como cada día sin saber que eres su protectora, sin saber que tus pies y tu danza alejan el miedo de sus polleras y de sus hijos.

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¿Como habré llegado yo a este lugar para perderme entre las piedras, entre las miradas y las manos extendidas?

¿Como habré llegado yo incrédula a perderme en la oscuridad y a enredarme entre las palabras y las manos entrelazadas llenas de sudor?

Ansío la luz fuera de este este encierro, fuera de este frío cuerpo; lejos del incienso y la limosna. Quiero ver lo que hay detrás de esta oscuridad, lejos de las manos sudorosas, las lágrimas y las confesiones.

Enloquezco con tanta palabra, tanto ruego,tanto lamento. Quiero huir, sentir las piedras,tocar a la mujer, a los niños, la mano extendida de los que hablan cada vez que se arrodillan y me llenan con sus voces.

Si es verdad como dicen, que soy tan milagrosa, me debo entonces un ruego...mi propio ruego:

"Sácame de este cuerpo frío echo de yeso y dame los pies calientes para correr y ver la luz lejos de los enloquecedores lamentos. Dame cuerpo de mujer para sentir el sol fuera de la oscuridad. Virgencita milagrosa, santa patrona , concédeme el milagro..."

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Afuera llueve
no para de llover
y yo aquí peleándome con las palabras
buscando historias
recordando rostros

Al otro lado la guerra
la muerte
el odio
el llanto

No para la lluvia
ni paran los llantos

Divagan las palabras
con historias monstruo
con sueños partidos

Afuera llueve
no para de llover

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