Ella está aprendiendo a escribir, despacio, lento traza su nombre. Su rostro de gran dulzura revela su entusiasmo, sus cabellos blanquisimos brillan. En su cuaderno cuadriculado de hojas amarillas sus vocales alcanzan la altura de esos pequeños cajoncitos. Su mano acostumbrada a otras labores durante años se entrega cumplidora al lápiz y a los giros de las letras. Tiene la edad a la que posiblemente no llegaré.


Lleva los pies llenos de polvo, el cuaderno en una bolsa de plástico y las ilusiones que el tiempo no pudo matar tendidas de alfombra entre sus letras, sus lápices y sus pasos lentos.